Tuesday, July 12, 2005

Manuel M. Ponce en tierra de síndicos

o a qué anhelar justicia donde manda síndico


La corrupción es eso, corrupción. No hay vuelta de hoja. O se es transparente y honesto o no se es sino un corrupto inmundo, no importa de qué tamaño sea nuestro acto de deshonestidad. Algunos roban, como dice el dicho, un huevo. Otros un buey. En ambos casos, los deshonestos debieran pagar por sus culpas, sin que medien explicación o parentesco.

Pero sucede que cuando los raterillos son influyentes, o nuestros amigos, o nuestros parientes, la cuchara se inclina a favor de su boca. Veamos por qué digo semejantes cosas.

No hace mucho dos síndicos, péreme usted, defino síndico, por aquello de las dudas…

Síndico:

(Del lat. syndĭcus, y este del gr. σύνδικος; de σύν, con, y δίκη, justicia).
Hombre elegido por una comunidad o corporación para cuidar de sus intereses.
En los ayuntamientos o concejos, encargado de promover los intereses de los pueblos, defender sus derechos y quejarse de los agravios que se les hacían.

Oséase, que el que es buen juez, de síndico la empieza…

Pues bien. Hace dos síndicos, en el municipio de Zacatecas, que las cosas no andan muy bien que digamos.

Primero, lo primero o el primero de esta particular y peculiar historia

Rafael Medina Briones, llegado a síndico más por voluntad propia que porque la comunidad lo hubiese designado para cuidar sus intereses, fue visto hurtando agua en una azotea. En otro orden de ideas, como dijera Luis Medina Lizalde, célebre locutor y, vaya casualidad, su pariente, hoy aclamado por la clase política zacatecana que no votó por él para que ocupara una senaduría, virtud de la chiripa mayoritaria (o como decimos los que nos hacemos bolas con tanto amarre, a otro carro con ese completo), el mismo síndico ocupó dos cargos, o tres, es decir, tripleteó nómina, de manera deshonesta, siendo a la vez empleado universitario, síndico y secretario particular de la entonces candidata, hoy gobernadora, prima hermana suya, Amalia García Medina. Pero como influencias vemos, deshonestidades no reconocemos, el tal síndico accedió al puesto de secretario particular de la C. Gobernadora en funciones –obviando el hecho de que fuesen estos parientes consanguíneos, porque nepotismo, lo que se dice nepotismo, tan solo se comete si los parientes no son de la familia de quien detenta el poder.

Segundo, la segunda, del municipio y de esta triste historia.

La síndico Lucía Alonso, cuya labor autoritaria sí estuvo justificada durante la dictadura de su pequeño hermano Miguelito, puesto que ella, népota que fuera, ocupaba alguna presidencia normalmente concedida a la esposa, in absentia de tal. Acometió la señora síndico o síndica, como se quiera la brutal acción de transferir los bienes de Manuel M. Ponce, personaje universal, donados al municipio, durante la presidencia de su hermanito, a casa o casas no registradas oficialmente como bodegas municipales. Es más, se supo y dijo que reparó los muebles para que estos no afearan, trastes que eran según ella misma profiriera para la prensa, las dichas bodegas propiedad de ella misma, a saber, tal vez, casas, de ella, de su cuñado, de su hermano, vaya a saber de qué otro miembro de su numerosa familia.
Al ser descubierta, se indignó y argumentando tan solo que es maestra de ética –sindicatura aparte por ella misma obviada-, olvidó la ética de mostrar los bienes perdidos, mismos que inventaría (del verbo inventariar) por propia cuenta, a la sombra del ojo público y, como dirían las consejas populares, cuando y como se le pega la gana. Se vale para ello de museógrafa y de un músico, ambos amigos, suponemos, de sus amigos, que no de Zacatecas.

Hoy síndica, heredera del puesto de aquel síndico descrito más arriba, deja muy mal al municipio con tremendas corruptelas, incapaz de percibir lo grave de sus acciones y por las que, ahora resulta, que acusa a sus acusadores con saña, pues de acusada, esta señora síndica, acaba de pasar a acusadora, sin que haya mediado, de menos, la entrega de los trastes en disputa.

Pues tan procuradores síndicos personeros llaman la atención por sus poco ortodoxas prácticas de confundir lo que es bien público y privado. Tal vez haya pensado el síndico Medina Briones que repartirse agua a sí mismo, bien municipal de todos, así proviniese ésta del tinaco del vecino, no contravenía la norma de la repartición debida a todos los habitantes de su sindicatura. Tan generosa repartición, tan justa, le valió el reconocimiento popular y, valga de suyo, la elección de velar por colectivos intereses. Y a Lucía, profe de Ética, no debiéramos además reclamar el ejemplo que impone a sus pupilos, interpretando de modo singular la asignatura que ha venido impartiendo, más años de los que quisiésemos quien ahora notamos su sobradamente escasa ética personal.

Doña Lucía, cómo habrían de ponerse en duda los principios que empleó al sustraer los bienes de la nación y colocarlos en su pedazo personal de nación, oséase, su propia casa, para luego echarles llave y desconfiar, so pena de urdir contienda en su contra, del alcalde en turno, de sus intenciones para con los bienes, bajo su jurisdicción y legitima autoridad.

Y, otra vez, ocupa doña Lucía un sitio en la nómina del municipio y otro en la nómina universitaria, docente de la ética. En ambos puestos, de tiempo completo, la señora se sirve con cuchara de síndica, quién lo duda.

¿Levanto falso?

No, válgame Dios, apenas cito las fuentes locales como medio de difusión no siempre fidedigno, sí autorizado a fungir como tal por la licitación correspondiente.

Pues muy equivocados que estuviéremos, estos nepotibundos y síndicos personajes leen e interpretan las leyes a su manera, se vanaglorian de sus muchos ingresos, fanfarronean de sus nada pudibundos hechos.

Todo esto ocurre, sin exagerar, en la tierra de Ponce, mientras los bienes en herencia destinados a su museo, bien gracias, lucen ocultos en la casa de algún funcionario de apellido Alonso o De León, o Expósito, que no bajo resguardo del municipio al que fueran donados. Y la partida concedida para tal fin, a gestión de alguna de estas dos deshonestas sindicaturas, a la sombra de parientes pudientes y bien acomodados, tampoco ha aparecido. Tal vez habremos de ver, en las próximas horas, la fundación ex profeso de una comisión, conformada por equis número de personas, que den fe de cuanto aquí describo, incrementada su misión con la labor de hacer historia buscándole la cuadratura a este círculo de primos, hermanos, síndicos, síndicas y bienes sólidos y aguados.

Pero al pueblo no engañan estas familias de pudientes. Que la legitimidad la otorga el voto y no el parentesco, así fuere que fuere su propio parecer. El caso es que aquí, algo pasó y a otro perro con ese par de síndicos.

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