Monday, July 11, 2005

Los secretos del casting político

Los tontos son legión. Los necios me rodean como avispas. Tomás de Aquino


EL ELOGIO… Necia diligencia errada…afán caduco…cadáver, polvo, sombra, nada.


La insólita comparación de Vicente Fox con Valentín Campa o Heberto Castillo ni siquiera resuena cual broma de mal gusto de Amalia García Medina. Es una pena que evidencie, tarde para Zacatecas, que esta gobernadora no sólo no respeta a la izquierda de la que dice provenir, sino que, a la ligera, como quien avienta moneditas a una fuente, profiere elogios que todos saben que no llevan más propósito que el de obtener algo (carretera, dinero, posicionamiento) a cambio.

Tiempo de elogios:

Nadie como Campa o Castillo para desvirtuar el uso de iconos que solo representan, como lo hace un espejo, la labor de los hombres. Su presencia humana, a sangre y herida en mi memoria, los engrandece así, como personas de nombre y apellido. Tú o yo, claro, pero con un gran trecho por andar nosotros, si bien quisiésemos emularlos, durante toda una vida.
Tal vez Amalia haya estado demasiado lejos de México o demasiado metida en las labores gubernamentales del padre y de la madre, cuando Campa y Heberto eran vapuleados, hostigados, perseguidos por un gobierno que repudiaba cualquier oposición, fuese esta de izquierda o no.
El luego relacionarse con una pareja del partido y asumir esa ruta, siempre bajo el paraguas del padre ex gobernador, no le da a la zacatecana el monopolio de la izquierda, de la que se considera voz, juez y parte.

Uno que otro triunfo; algún destello de buena oración; los éxitos birlados al Partido de la Revolución Mexicana cuando éste se convirtió, breve espacio, en una alternativa electoral, capitalizando no sólo el prestigio de la izquierda sino también el buen nombre de Lázaro Cárdenas, no dan a Amalia derechos de propiedad sobre la izquierda, menos la de antes de sus días.

Píldoras de buen juicio contra el soroche que afecta a la memoria:

El soroche es el nombre que se emplea en Bolivia para el mal de altura.
Se padece cuando se cambia de altitud muy rápido.
Produce desrientación, mareo, delirio.



Ni Campa, ni Heberto, se vieron favorecidos, como hacedores de la lucha en México, con la fusión de la izquierda con las corrientes de tocho morocho que inundaron el viejo local del partido. Ambos, eran líderes con gran carisma y decisión. Ni se alineaban ni se vendían. Las alianzas no obraban en su conciencia cual oportunidades de oro para escalar, trepar, acomodarse. Ellos eligieron el abajo de las masas. Gente sencilla, lúcida, de convicciones, tal vez por eso nunca figuraron entre los lanzas y gandallas que suelen arrebatarse el poder, a como de lugar.

Supongo que los conoció Amalia en el sencillo local del PSUM, e incluso del PC. Entonces, por qué no hace diferencia entre el bocón de Fox, presto a decir cualquier guarangada y la mesura silenciosa que caracterizaba a Campa, a Heberto. Campa era un hombre de miradas, profundas, elocuentes. Heberto, primero meditaba y ya luego decía lo que pensaba. En ambos reconocí –yo que tengo la enorme fortuna de recordarlos en persona- el afecto por la palabra que significa. Tenían un gran don de mando entre los suyos. Algunos a eso llaman carisma, popularidad, simpatía, ascendente. No conocí a nadie que habiéndolos tenido cerca no los considerase singulares, únicos en un mar de traiciones, de acomodos, de corrupción, de autoritarismo.

Quienes por coincidencia de tiempo y geografía, pasamos cerca de él, llamábamos con seguridad al ingeniero Castillo, Heberto. Inspiraba una confianza muy grande. Era un hombre que conocía y quería a México sin el amelcochado discurso del patriota. Tenía sentido común, aprecio por el país. Conocía sus entrañas con el calor y la virtud que le dio alguna vez su tierra veracruzana, pero Heberto no era ni veracruzano, ni chilango, su conocimiento del país lo hacía como de todas partes.

Campa, a la altura de Demetrio Vallejo, no podría tampoco entrar en la categoría de leguleyo delirante en la que quiere meterlo doña Amalia. Por el contrario, al fragor de la lucha, se distinguió siempre como el ser pensante que era, enamorado de México y llevado por la urgencia de la lucha, primero entre los de su gremio, luego en la resistencia, llevada al plano de la nación, contra el totalitarismo de un solo partido. Campa pasó buena parte de su vida en la cárcel, convirtiéndose en icono de la represión gubernamental, despiadada, contra los líderes ferrocarrileros. Pero Campa, iba más allá. Ya en 1927, cuando tenía apenas 23 años, el presidente Calles había ordenado su fusilamiento. Toda una vida de lucha es la que vio representada en Campa el ideal estudiantil de 1968, identificado así con la izquierda de nombre y apellido.

Pero la vida da vueltas, a veces a ritmo de torbellino. Hoy Amalia, en lugar de crear la categoría de José Revueltas, Demetrio Vallejo, Eli de Gortari, Luis Villoro… genera la propia, en la que incluye a Vicente Fox con Ramón Danzós Palomino; a Fox, a Heberto, a Campa, en el mismo montón. ¿Qué clase de lección aprendió esta señora entre la izquierda mexicana? ¿Cómo ha podido lanzar a la ligera tan increíbles palabras? ¿Cuál es el mérito de Fox para tan inesperado elogio?

Las apreciaciones y analogías históricas suelen hacerlas los historiadores. Pero a menudo, también, escuchamos cotejos fabulosos. A mí alguien me cotejó a la doña zacatecana, supongo que con humor sutil, con Ghandi. Como supondrán, me reí a carcajadas. Imaginen ustedes Ghandi, portento de lucha por la paz, en paz y Amalia. Pero, no me ofendió el símil descomunal, supongo, entre otras razones, que porque no soy india de la India, ni me tocó en esta vida apasionarme por la lucha del Mahatma con igual devoción que la que me ha inspirado mi país. Pensé, indulgente con mi generoso amigo, que el cariño por quien en privado profería tales comparaciones lo habría cegado.

Las comparaciones, aclaro, se valen, toda vez que éstas tengan un fundamento comprensible. Amistad, afecto, respeto, burla, sátira, locuacidad momentánea. Pero nunca se valen cuando son fruto del oportunismo ni cuando se profieren a valía expresa del abuso de una investidura oficial. Porque, para hablar recio, ¿qué pitos toca Fox con la izquierda mexicana? ¿Por qué la tentación, justo cuando la imagen de Fox anda tan por los suelos; cuando este acaba de ofender en público a las minorías de otros países; pisoteado la memoria de las muertas de Juárez; obviado el dolor inimaginable de sus familias en busca de la verdad; lastimado a los trabajadores emigrantes, que no se van a chambear por gusto al otro lado ni tienen como meta obtener los peores trabajos; vaya, a la nación mexicana, al proponerse como líder político cuando no tiene ni la más leve idea de lo que esto entraña…?

La conclusión lógica de todo esto es que la izquierda mexicana no le merece a doña Amalia García ni el más mínimo respeto. Así, todos iguales, todos pardos como gatos de la noche, percibe esta señora a los héroes y a los villanos, a los grandes pensadores y a los políticos cantinflescos. ¡Qué pena! Sí, qué pena, pero no sorprende. En su gobierno se codean el gandul y el gandalla, el bribón y el que nada sabe y todos van por la avenida sin inmutarse de lo que su papel les asigna por deber.
Entonces no me soprendería, para nada, que comparase esta señora a Josefa Ortiz de Domínguez, patriota inmaculada, con Alicia Lugo, su contemporánea. Que en su cabeza sean lo mismo Francisco I. Madero y Andrés Manuel López Obrador. Que le parezcan semejantes José de Jesús González Ortega y su padre, con el debido respeto, o Pánfilo Natera y su predecesor.
Verá a Rogelio Cárdenas, seguramente, a la altura de José Vasconcelos y a ella misma del tenor de una Guera Rodríguez, una Amalia Castillo Ledón o una Benita Galeana, para no achacarle, sin más, que haya pretendido ser la mismísima Sor Juana.

Y pues con sinceridad le decimos, señora gobernadora, que una cosa es equivocarse al elegir secretario de Turismo o director de cultura y repartir como panes museos a los amigos y argumentar que se honra a los talentos locales cuando se elige al primo del compadre o al propio primo de destacados… y otra, distinta, autonombrarse de golpe y porrazo en ungidora celestial de héroes y mexicanos ilustres, a nivel nacional y al paso de la historia.

¡Pero si hasta el propio Fox habrá creído su elogio chanza, guasonería, improvisada al desgaire, ofensa sutil de quien no sabe ni para qué lado batear o de quien asesta palo, con la sonrisa puesta! Tal vez, llegada la noche, se habrá preguntado el muy gandul si habría escuchado bien; si habría podido haber ironía en sus palabras.

Desde ningúna parte, doña Amalia, la cosa se oyó bien, espero que lo sepa. Tal vez sea éste buen momento de saber que todo ese séquito de aduladores que la sigue, debió desquitar el sueldo de miembro de gabinete y señalarle su falta, al oído, con la discreción de quien percibe el entuerto y le concede la oportunidad de enmendarlo. Tal vez hubiese usted tenido, de ese atinado modo, ocasión de rectificar, a tiempo. Pero no fue así. Ahora desdígase, ¿qué espera? De a voto por entuerto, se le adelgaza incluso el futuro partidista. Si no me cree, recurra a los comentarios que se oyen, por todos sitios… o a las encuestas, si las juzga confiables.

La receta:

Te de boldo, sabe a gloria, cuando se siente uno defraudado. Es muy efectiva la menta con albaca, para conjurar aquella maldición que condenaba al pez a morir por boca propia. Jazmín y rosas, para atraer a los sabios. Una pizca de sal echada sobre el hombro para ahuyentar el efecto de las palabras mal dichas.

Colofón:

Stultorum infinitus est numerus o los tontos suelen llegar en legiones.
Dicho de un hecho o de un dicho propio de un tonto que en otras partes del mundo hispano suele referirse como gilipollas, estulto o cándido.

Segundo colofón:

Del banco popular de dichos bien dichos:

Cuando a dos se les compara uno de los dos repara.
Las comparaciones siempre ofenden.
No es de sabios comparar.



Tercer colofón: Que hable Sor Juana

Éste que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;

éste en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido:

es un vano artificio del cuidado;
es una flor al viento delicada;
es un resguardo inútil para el hado;

es una necia diligencia errada;
es un afán caduco, y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

No comments: