Saturday, February 10, 2001

El mercado del empleo

La consulta:

Me detuve, curiosa, en un establecimiento que se anunciaba como agencia de empleos; algo así como un chambatel local, computarizado, de primer mundo, con consejeros laborales, buscadores de cerebros y esas cosas.
Mi entrevista inicial tuvo lugar frente al mostrador, con una chica vestida como para ir a un cocktail de gala. Me estudiaba como si fuera yo su caso más difícil, mientras se ejercía, autoritaria, sobre un diálogo absolutamente carente de sentido o calidez, hecho de frases simples, ya viejas, como aquella de “¿está usted dispuesta a viajar?” o “¿tiene disponibilidad de horario?”
Me sugirió, con gesto casi imperceptible, que mi vestido no era el más adecuado para presentarme ante un potencial empleador. Le parecí, estoy segura, demasiado casual y fachosa... junto a su estraples de género brilloso, recién estrenadito, todo de licra, con la falda entallada, quince centímetros arriba de la rodilla.
Bien, trascendí ese nivel que da la entrada, pasando de mi primario filtro hacia el consejo del experto laboral. Se trataba de un joven de escasos 24 años que me observaba cauteloso mientras hacía las típicas preguntas trampa de una entrevista. ¿Cómo se ve a usted misma dentro de 25 años...? ¿Cuáles de las metas que tuvo a los diecisiete ha logrado cumplir? Debo haberlo desquiciado al cabo de un interrogatorio en el que, ocurrente, replicaba sus preguntas, sin mucha técnica. ¿25 años...? Mejor pregúnteme que voy a hacer el próximo trienio... ¿Diecisiete? Pensé que cuando uno tiene esos años el mundo acaba con el primer desplante heroico o se congela en el primer latido de un amor tortuoso.
Cuando llegó a la mitad de su formal cuestionario inició con una serie... Del 1 al 10 califique lo que opina de la responsabilidad... las matemáticas, los espacios cerrados, el tomar decisiones, los concursos, las presiones, los retos, las estructuras... Ante bombardeo tan implacable, estuve a punto de levantarme y salir corriendo. ¿Qué hacía yo ahí, estudiando mi perfil profesional, mediante la guía de un chiquillo recién ingresado al mundo donde las profesiones van a la baja y los empleadores sólo se guían por las genealogías del poder, en turno?

Y me fui, por supuesto, preguntándome si no sería yo una suerte de aguafiestas en la celebración ecléctica de oficiantes y oficios entrecruzados, revueltos. Es acaso posible determinar con todas las coordenadas en regla que un agrónomo sea el individuo mandado a hacer para dirigir un museo de arte moderno; que un administrador de empresas muestre los rasgos ideales para estar al mando de un sindicato; que un veterinario esté a cargo de un consultorio de medicina humana y un fotógrafo se ocupe de dibujar. Simple, pero complejo... Si es dentista lo ponemos de político, si maestra, de coordinadora de ventas, al pintor lo empleamos de arquitecto, al arquitecto, de operador político, al policía, de técnico de planeación... Como las profesiones no alcanzan, muchos habrá sin oficio que tengan que actuar de improvisados...como en el juego de las sillas. Te sientas o quedas fuera. Y si quedas fuera tu meta es obtener un premio de consolación, el que sea, como sea.
Y ¿no debiera haber un dicho que abordara el tema de los improvisados...? Algo así como de improvisados está pavimentado el camino del infierno o improvisado que crece torcido, nunca su tronco endereza; al mal improvisado, buena cara; quien a buen improvisado se arrima... mala sombra lo cobija.
En eso de improvisar se necesita mucha pericia... tres años bastan para iniciar a un diputado, seis para un secretario de estado, ocho para un maestro de instrucción primaria... ¿Le suena a poco tiempo? Tres años alcanzan para hacer una carrera técnica; en seis se hace una licenciatura; ocho son suficientes para concluir, también un posgrado. Y aunque se trate de un proceso artificial la improvisación, a veces cuesta más trabajo y más dinero que otros procesos legítimos. Como proponía aquel psicólogo que creyó que mediante inducción un simio podía adquirir comportamiento de humano, Burrhus Frederic Skinner, autor de Más allá de la libertad y de la dignidad y Los particulares de mi vida, educado en Harvard. Dame un bovino y te daré un burócrata... expresarían en versión local los seguidores de la teoría del buen Burrhus, quien se inmortalizó en el célebre “dame un simio y te daré un humano”.

¡Productividad, es nuestro lema! Creí leer al punto de abandonar aquella fábrica de perfiles definidos, que alguna otra realidad aprovecharía, no la nuestra...

La receta:

¡De verdad, no sea aguafiestas! Entrele con fe al... desorden... y si le queda la minifalda, ¡úsela! Uno no tiene que tomarse a pecho eso de las profesiones. Imagine mejor ese mundo en donde los médicos aprendiesen costura, muchas malas cicatrices nos ahorrarían... donde los arquitectos tomasen clases de arte. Claro, todo volvería a ser como en el principio del conocimiento. Lo más seguro, lo verdaderamente estable es que aprenda a vender algo, en el mundo del dinero. Y déjese de especular con profesiones y acomodos que no dependen de usted.
Una tinaja de agua purificada bajo su cama ahuyentará esos malos pensamientos y un vaso de limón con agua tibia le dará la calma que hace falta para tomar su título, de lo que sea, y tirarlo a la basura, mientras se procura dos amigos pudientes que la saquen de pobre. ¡Piénselo bien!

Saturday, February 03, 2001

Se alquilan públicos

La consulta:

Públicos, bonificaciones, paquetes de temporada... Así decía la publicidad de una mampara, colocada sobre la avenida. Me detuve a preguntar. Después de todo, últimamente acudo a espectáculos que siempre están vacíos. ¿Se trataba de eso? Y sí. Me enteré que aquel aviso tenía que ver con una nueva modalidad. Si organiza una junta de padres, decía el cuadríptico que ahí me obsequiaron para abundar en los servicios de la empresa, le proporcionamos una base mínima de padres actores.
¿Pero qué clase de negocio es este? Si no hay tanta demanda para públicos. De pronto, me sentí invitada a las páginas de Nicolás Gogol y su misterioso comprador en Las almas muertas.
-¡No! -Avanzó espontánea la vendedora de públicos- No es fácil reunir gente. Fíjese, la semana pasada tuvimos la solicitud de un nuevo negocio que pedía actores clientes para su fiesta inaugural.
-¿Qué otros públicos podrían solicitarle... –interpuse al tiempo en que venía a mi mente el consabido grupo de acarreados- seguidores, adeptos... ¿de qué tipo?
-Se equivoca, dijo la empleada –cuál si se hubiese introducido en mi cabeza, para influir sobre mi desacato-. Para mítines políticos, no hay tanta demanda entre nuestra clientela.
¡Parecía tan segura, tan contagiada de lo actual!
Nos contratan tiendas, clubes, universidades, empresarios de conciertos, academias de deportes, restaurantes. Es importante que haya gente en fila, en los bancos, cuando se va a solicitar un servicio. De común, si no hay nadie, se da por malo lo ofrecido. La demanda debe de ser visible para que suban los precios, la popularidad, los ratings. Vamos a ver... ¿cuál es su ramo?
Modesta, convencida, porque me sentí más allá de la lógica que mostraba visiblemente mi experta en ventas... dije que yo jamás requería de mucha gente alrededor de mí... la indispensable llegaría con un motivo preciso que tratar.
-No creo, urgió...
-Escribo libros... apuré, para verla atrapada, en ridículo... requiero de estar casi siempre sola...
-Pues le vendría muy bien... -dijo haciendo una pausa en la que creí ver cierto dejo de ironía- ...caminar por la calle con algunas personas alrededor de usted. Para su caso, disponemos de tríos... ¡nuestra ganga del mes! No conversan, el precio no lo incluye, sólo la siguen, por donde va, sonrientes... Pruebe a ver qué tan efectivo es que los demás crean que tiene lectores, fans. Acudirán a averiguar de quien se trata... Si nadie la conoce, ni la rodea... ¿quién va a querer comprar sus libros?

La receta:

No se asuste, amiga. Usted padece un caso típico de mal de ojo. Tendrá que encender una vela blanca, durante ocho días y tomar tres infusiones de hierbabuena con albaca, al despertar, después de la comida y antes de dormir. Un retiro en el campo le quitará la idea de que mucha gente junta puede ser peligrosa. El reposo y la fruta dan cuenta de los extraños pensamientos.