Sunday, July 31, 2005

Las brigadas de observación

Algunos buscan formar brigadas de observación para no perder de vista los enfrentamientos de Campo, entre minute men y trabajadores migrantes, entre minute men y personas inconformes que se han propuesto protestar contra sus actividades de día y de noche.

Al parecer los contingentes crecen del lado de los inconformes, mientras los minute men no levantan sus números y llaman a más patriotas a unirse. Sólo que ahora la amenaza no es tanto la invasión ilegal como la causa de muchos que se les oponen.

Gente unida ha documentado algunos enfrentamientos y otros son transmitidos por las televisiones locales.

Los minute men persisten en su misión "indocumentada" de vigilar las fronteras, que a momentos parece más una campaña de desprestigio para los inmigrantes hispanos, cualquiera que sea su nacionalidad, estatus, lugar en esta sociedad.

No dejen de informarse y comentar los acontecimientos. Los esperamos en este espacio.

La próxima semana, en misión observadora.

Un infierno de 120 grados

El 16 de julio de 2005 comenzó el operativo de vigilancia de los llamados minute men, en Campo, California. Desde ese día fatídico, hemos visto y escuchado de todo. Una línea muy frágil divide ambos campos en una noria de violencia contenida. Quienes protestan contra los minutes van adoptando un discurso pacífico pero directo. Quienes se unen a los minute men prefieren la agresión y, no se sabe si por provocación o por precaución, van armados. A menudo las amenazas caen sobre los que protestan. "Mother fuckers, if you touch us we´ll kill you and your mothers". La palabra "fuck" es el motto diario. Los inconformes con la presencia de estas fuerzas de vigilancia voluntaria y con la tolerancia que han mostrado frente a ellas los estados de Arizona y, ahora, California, no van armados. Pero son más, varias veces más que los vigilantes. En cada enfrentamiento, uno acaba por preguntarse hasta cuando prevalecerá el buen juicio y cuánto toma quebrantar la paz.


Valle del Campo, conocido por los habitantes digueños -así bautizados por los misioneros de Alcalá- como Milquatay o Big Foot (Pie grande) es parte del otrora sillón oeste del río Yuma, que hoy se reduce a un área indefinida de roca y polvo sobre las comunidades rurales de Campo, Cameron, La Posta, Manzanita, Laguna, y la Baja California que sirve de hinterland, a su vez, a las urbes de Tijuana y Mexicali, representadas aquí por Tecate –“Tecate mi adoración”, según la mienta el corrido-.

Aquí no existe frontera natural.

A ambos lados de la malla el desierto renueva su rostro curtido de polvo. Las víboras y el calor convirtieron a Campo en un valle de paso, no así para los pocos tejanos que se instalaron en ranchos y tendajones a finales del siglo diecinueve. Para 1869 se conocía a la zona como Little Texas. Sus primeros pioneros fueron la familia Cameron. El último descendiente, Charles H. Cameron, escribió sus memorias. Los iconos de la búsqueda del oro en Campo fueron los hermanos Gaskill, Lumen y Silas, que hoy dan nombre a uno de los dos museos de la región, y el ferrocarril, que entró con su humo negro del progreso un 19 de septiembre de 1916. Hoy, una locomotora bordea la única carretera de acceso, evocando para el tiempo la frase que destacara el San Diego Union al reportar su llegada al poblado:

“When capitalists, bank presidents and railway agents travel together, something is likely to happen.” (Cuando capitalistas, presidentes de banco y agentes de ferrocarril viajan juntos, algo está a punto de pasar.)


El ferrocarril costó trece años de arduo trabajo manual, a pleno sol. Su costo aproximado fue de 17 millones, cien mil por milla.

Dije que la ciudad cuenta con dos museos, pero debo aclarar que Campo es todo un museo viviente para los dos países. Bastión del oeste en la guerra entre ambos; muestra de cómo se pobló el estado en la búsqueda del oro y ejemplo de supervivencia a roca y cincel. Campo Milling Corporation, queda hasta hoy como la única empresa productiva del desierto, además del escaso ganado y los borregos. En sus molinos, se procesaba vidrio, esmalte y porcelana para vajillas.

Campo Milling Corporation.

Hoy no pasan de 1100 los habitantes de Campo, incluyendo los de Cameron Corners. Son hombres de rancho y caballo, como sus antepasados. Como ellos, atesoran los pocos frutos que da esta tierra con la labor de dos tiendas, poquísimos turistas y esta presencia de pasado que hoy sólo valoramos quienes llegamos a aventurarnos por estas lejanías.

“Casi todos los habitantes de campo trabajan en el casino de Acorn o reciben pensiones y ayuda del gobierno. Se vive bien aquí, a bajo costo, si no se teme a las víboras o al calor, que llega a dar los ciento veinte grados en los meses de julio y agosto.”


Esto me lo dijo una señora de origen mexicano, al tiempo en que se desaburría en el quicio de su puerta. Cuando le pregunté si había muchos mexicanos se encogió de hombros. “No se quedan aquí. Pasan, sí, muchos, pero su intención no es quedarse. Pasan con rumbo a otros lugares, Los Ángeles, San Diego, más al fondo. Todos vienen con la mira de irse más al fondo. Nadie quiere quedarse en la orilla, especialmente si eres ilegal, pa qué te quedas en la orilla.”

¿Y usted? Me oi decir repuesta de la contundencia de sus palabras, parcas y al punto. Mis padres son de Baja California (dice como si hablara del mismo país). Se quedaron aquí. Sus antepasados eran de aquí también. Cuando se dividieron los estados pues ellos se quedaron de uno y otro lado. “Así que soy de aquí”, subrayó, a tono de cachanilla y por si todavía no acababa de anotarlo.

Demasiadas patrullas fronterizas

No sabría decir cuál es el número de patrullas fronterizas que no llamaría la atención en tiempos normales. Vi demasiadas a pocos metros unas de otras. Un trayecto de no más de cinco millas trajo a mi caravana a tres, en una vía de doble carril donde circulan muy pocos autos de civiles como yo. En más de treinta años no me ha tocado ver igual número de patrulleros fronterizos en Otay o junto al cruce de San Isidro. En todo caso, parte de su trabajo es hoy venir a impedir enfrentamientos o cualquier tipo de violencia, otra parte, detener indocumentados. Para ambas tareas no sería difícil rendir buenas cuentas con pocas patrullas, considerando que hablamos de Campo.

Se las vio rondando, en espera de grandes contingentes.

Durante todo el día la actividad no levanta. Yo diría que todos, patrulleros, vigilantes, opositores, me incluyo, esperábamos cientos de minutes. Al contarlos, uno por uno, apenas ajustamos seis o siete. Dos en el club de los Veteranos de Guerras Extranjeras (Veterans of Foreign Wars). Uno en un trailer sin caja, sobre la carretera. Dos más, bajo su tienda solitaria, junto a la malla fronteriza y el último, aquel que vimos cruzar entre el griterío de opositores, con igual dirección. Durante un radio de treinta kilómetros no vimos más. Andaban destacados, según nos dijeron, colocados en tiendas plásticas, montando su campamento que incluye binoculares, radar manual, luz infrarroja y un radio para comunicarse.

¡Será! Pero las tales comunicaciones, el trajín, el ambiente apurado de un contingente numeroso no se dejaron sentir ante nosotros, por lo menos durante la primera semana. Hasta ahora la prensa reporta las mismas fotografías, las mismas banderas, los mismos rostros. Muchos, en números de no más de diez a la vez, nos encontramos en la tienda, por la desviación a Jacumba o en la gasolinera. Buscábamos agua, refrescos, cigarros, algo para pasar el tiempo más placenteramente. Junto al crucero de Sheridan y Buckman Springs reconocimos a algunos que vinieron a protestar. Rápidamente fuimos al paraje las cámaras de Unvisión, el reportero del San Francisco Chronicle, algunos otros medios menores. Nos señalaron como punto de encuentro el club de Veteranos y la malla fronteriza, “al final de la calle, por donde están estacionadas las patrullas del Border Patrol.”

En el campo opositor, la presencia ascendía a entre noventa y ciento cincuenta. Colocaron anafre y tiendas de las que venden en oferta en Costco o Home Depot. Llevaron sillas de playa, tiendas, bolsas para dormir. Estaban bien equipados con suero, maletines de primeros auxilios, magnavoces, comida, hieleras, mucha agua. Durante la semana menguó su presencia física pero aumentaron las protestas a lo ancho del estado. Como estrategia de supervivencia se montó una guardia con pocos de ellos representando al resto. No es una sola organización la que está ahí, aunque se llamen a sí mismos coalición. Hay varias, Angels of the Border es una, Socialist Workers, otra. Casi ninguno dio su nombre. Solicitaron a la prensa apagar cámaras y grabadoras mientras discutían su estrategia. Aunque aceptaron dar entrevistas privadas, por organización, casi todos se niegan a dar sus nombres. El hostigamiento que han venido ejerciendo contra cualquiera que no se llame patriota, los minute men, es suficiente para amedrentar al más arrojado. La primera semana, por ejemplo, hicieron blanco de Armando Navarro. Lo identificaron como “profesor de odio” (Hate profesor), le montaron un plantón en la Universidad de California en Riverside, llamándolo traidor, sedicioso y exigiendo a la universidad que lo destituyera por no merecer los fondos públicos para “financiar” sus actividades políticas. Entre muchas otras culpas, los minutes aseguran que Navarro quiere recuperar California para México y que prepara sediciosos, con ese fin, desde las aulas de Riverside.

Si trazamos una comparación inicial, en esta primera semana de “enfrentamientos”, los campos de verdad que son opuestos.
En uno, predominan los militantes de la tercera edad, en su mayoría “grumpy” o malhumorados, exmilitares, pensionados, patriotas, NO BORDER NO COUNTRY, tienen por uno de sus lemas. No reparan en avisar que son Marines y que ostentan permisos para portar armas.
Los otros destacan por su juventud, aún entre sus líderes, van coloridos, joviales, cargados de energía y coraje. Muchos trabajan para poder estudiar o viven de su beca o préstamo, llevan por lema la línea de abajo las fronteras. NO BORDER CAMP destacaba del nutrido contingente, un cartelito preparado sin plantilla.

Razones históricas no faltan para entender a ambos

Quienes pretenden vigilar la frontera son hijos del patriotismo, invocan constantemente a Roosevelt, a Eisenhower. Paradójicamente, aunque se dicen hartos de la política, citan a los políticos, Kennedy o Reagan. Tal vez quieran volver a la patria aislacionista de antes de la guerra y vivir en comunidades donde los habitantes se cuenten, de a uno por uno. Locked in their gated communities, me dijo un amigo, que se les opone a distancia.
Vienen de la Arizona profunda, que repudia la sobrepoblación de Phoenix o Tucson. Su insignia es la bandera de los minutes históricos –cuyo nombre proviene de la celeridad con que son capaces de organizarse y actuar, en defensa de la patria- “don't tread on me” (no me pisotees).

Insignias patrióticas que ondean por fuera de la política.

En espíritu, su ideología y agenda de hoy colinda con la de otras organizaciones militantes que se llaman a sí mismas “patriotas”, muchas de ellas racistas, aunque los minutes se ofenden si los llaman así. “Call me a racist, I will call you a traitor” me dijo uno voluntario de VFW que repartía volantes y botones con ese lema en letras de punto 32, al tiempo en que me preguntaba con encono “are you a Mexican?”.

Quienes ven en el bordo un límite innecesario son en su mayoría jóvenes y arrojados, tal vez hijos y víctimas de la globalidad. Perciben a su patria, Estados Unidos, desde la perspectiva del mundo sin fronteras que es su propia realidad, llámese familia, barrio, universidad, medio laboral. Pertenecen a la era de la comunicación instantánea y la transnacionalización a ultranza. Su estrategia de lucha son las marchas urbanas. Son en su mayoría habitantes de gran ciudad, qué digo, de centros tumultuosas y diversos como Los Ángeles, San Francisco, San Diego. En un mal día reúnen a noventa simpatizantes. Noventa contra diez, dispuestos a pasar meses de guardia y plantón en este infierno de 120 grados.


El punto de partida

Sheridan y Buckman Springs. Se del punto de reunión por el comunicado enviado por Jim Chase, organizador de Los Minutes de California a mi buzón electrónico. Desde hace meses me escribe como si fuese yo parte de su organización. En un comunicado anuncia que a partir de la madrugada del 16 de julio podrán usar las letrinas y los salones del club de Veterans of Foreign Wars. Entiendo que lo rentan y que están a disgusto con el precio, pero la frase está cargada de ironía. Jim Chase es miembro vitalicio de ese club. Digamos que al llamar a los suyos a entrar en él muestra tan sólo que ahí se siente en casa.

Yo me dirijo a ese recinto y me pierdo, en parte por su apariencia modesta y porque los señalamientos que conducen a él me pasan desapercibidos.
El club es prácticamente vecino del Border Patrol. Por un lado colinda con un conjunto de casas pequeñas, el equivalente a un complejo de departamentos en otras partes de la ciudad. Al otro lado hay un centro de rehabilitación de menores infractores conocido como Rancho del Campo o Rancho del Rayo, la segunda correccional de menores más importante del condado. Con sus 250 infractores, da cuenta de un cuarto de la población de este rincón del desierto.

Su entorno privado fue trasegado hoy por la presencia invasora de varios, incluida la mía.


El club VFW, a apenas una milla de la malla fronteriza, sirve habitualmente de centro de reunión para los veteranos locales que viven solos o en pareja en Campo, en trailers móviles o en pequeños ranchos que mantienen con sus pensiones. Son retirados del ejército, sus esposas y amigos. Supongo que habrá también alguna retirada con su esposo. El club no es más que una barra con su anexo, de pocas mesas, donde se juega a las cartas o se come. Los ahí reunidos ríen de bromas que se dicen entre ellos, a veces, de mesa a mesa. Ríen de aburrimiento. El gusto por reunirse a reír es una tradición muy del desierto, donde las diversiones escasean o brillan por su ausencia. Aquí no hay cine, ni tiendas. Apenas el depósito que flanquea el crucero donde se indica que la zona pavimentada ha terminado y que entras a terrenos y caminos privados.

Una chica galopa a mi lado, al tiempo que ambas pasamos por el rancho Charolais

Hay más coches hoy en esta zona sin vida que durante todo un año. A cierto punto, el caballo me observa con un ojo impasible. Parecería que ambos entramos a otra dimensión. Sólo que a este infierno no entro a pié sino a velocidad de galope, con mi auto escrutado, no sin solemnidad, por el rayo visual de este precioso equino que está a punto de ganarme la carrera… o gano yo y él se retira con desdén, campo traviesa, hacia otro rancho, más al sur de Charolais.

Te voy ganando precioso.

El tren va por la vía

A mi izquierda está el museo del tren: Pacific Southwest Railroad Museum. La curva acaba de impedir que mi cámara, montada sobre el tablero en un diminuto tripié, tome las horas de operación. No hay muchos coches estacionados en los cajones para visitantes. Siendo sábado, deberá estar abierto. Me lamento de no haber visitado el museo del ferrocarril y desde ya prometo que volveré para hacerlo, la próxima semana.
Ahora estoy a las puertas del Border Patrol. Cuatro de ellos cruzan hacia la tiendita. Van tranquilos, sonrientes. La temperatura supera los cien grados a la una de la tarde. No hay peor sol que éste en el día. Entramos juntos al edificio de madera muy parecido a un granero. Al interior, el aire acondicionado te ayuda a olvidar momentáneamente el infierno de afuera. De 8:00 A.M to 8:00 P.M. de Lunes a Sábado, luce junto a la dirección, 31080 Highway 84.

Un comedor de tiempos de los cuatreros.

Llegamos al club de veteranos. Lo primero que vemos es un cartel colocado en la entrada. Indica que se fueron. No success! Nadie quiere dar una entrevista. El reportero del San Francisco Chronicle conversa con quien dice llamarse Bob, sin apellido. Preguntamos a tres mujeres y un hombre. En la entrada hay una mesa que da insignias con barras a quienes entran. Un cartelito viejo que anuncia que se trata de un club privado, sólo para miembros. De lejos se escuchan risas, pero la llegada de una persona desconocida dicta una pausa larga al sonido y al tiempo. Todos se niegan a hablar.

Nos mudamos a otro punto.

Apenas a la vuelta del edificio sencillo del club-bar-salón de descanso, con su porche cubierto para matar el tiempo, una señora mexicana me sonríe. Le solicito una entrevista.

-Usted está aquí, al lado de una de las posiciones de los hombres que quieren atrapar migrantes.

-Sí, señora.

-¿Tiene miedo?

-Ah.. no.

-¿Por qué no tiene miedo?

-Porque… pues me imagino que no vienen a hacerme nada a mí. Bueno, eso me imagino yo. No les he hecho nada, no veo por qué tengan que hacerme algo a mí.

-¿Contra quién piensa que están?

-Contra los ilegales.

-¿Usted también?

-No, señora, yo no.

-¿Por qué piensa que ellos están contra los ilegales?

-Porque se supone que ellos están aquí para cuidar la frontera que es el cruce de ilegales, entonces están en contra de los ilegales, no quieren a los ilegales en Estados Unidos.

-¿Y cuál es su opinión de eso?

-Pues digo que están mal porque el emigrante no viene más que a tratar de salir adelante, viene a trabajar. Qué es lo que hace un emigrante al llegar a Estados Unidos tratar de agarrar un papel, aunque sea falso, pero para trabajar, no para dañar. No como mucha gente que pues son ciudadanos americanos que tienen papeles y sin embargo no les gusta el trabajo, quieren estar viviendo del gobierno.

-Usted que vive a unos cuantos metros de la frontera ¿ha percibido invasión de personas, grupos grandes de personas con armas o peligrosas tratando de meterse a Estados Unidos? ¿Ha visto alguna vez un terrorista?

-La única vez que vi a un grupo es a uno que lo agarraron, como de veintisiete personas… porque los vimos que los traían por grupo. Eran simplemente personas que venían a tratar de salir adelante. Pues desgraciadamente estamos en la línea, que es lo que vemos porque la gente trata de cruzar. Todos vienen con la mira de irse más al fondo. Nadie quiere quedarse en la orilla, especialmente si eres ilegal, pa' qué te quedas en la orilla.

-¿La mayoría de la gente se conoce?

-Sí, nos conocemos aquí.

-Y qué piensan los vecinos de estos minute men.

-Pues, honestamente, no sabíamos. A mí me cayó de sorpresa. Ayer en la noche llegaron los muchachos (se refiere al plantón de la coalición que protesta contra los minute men) pidiéndonos dirección, estábamos afuera por eso de la calor, pero no, no sabíamos nosotros. Hace rato los miré que era la manifestación, que iban caminando. Pero no he logrado saber los vecinos qué dicen, qué piensan. Aquí somos unas cuatro o cinco familias hispanas y yo creo que americanas nomás dos.

-¿Se refiere a este conjunto de viviendas? ¿Cuál es el trabajo de estas personas?

-Pues yo soy la encargada de aquí y la mayoría de las personas trabajan en el casino de Acorn. Otras personas viven de lo que el gobierno les da. Tengo una persona que trabaja en Real Estate. Y hay un doctor.

-¿Alguien se dedica al campo, a la ganadería por aquí…?

-Nadie, nadie. Las personas mexicanas que tenemos aquí son bomberos. Mi esposo es de construcción. Hay un doctor, trabaja en una clínica y las otras son parejas jóvenes que trabajan en el casino. Esta es principalmente el área del casino Acorn.

-¿La frontera?

-La única frontera más cercana es Tecate. Tienes que ir en carro. Pero ellos [ahora se refiere de nuevo a los muchachos, con familiaridad] andaban alrededor de la cuadra. Si tienen campamento me imagino que lo tienen más arriba pero por la malla. Son unos quince minutos caminando hasta la malla. Vete por aquí abajo, por donde corre el camino de migración. Subes ahí el cerrito y ahí está la malla. Lo único que no te deja ver es el cerro.

-¿No me asaltan? Agrego con mentalidad tan obviamente de fuereña.

-No te asaltan. Pero hay mucha víbora por el calor… Las vemos aquí, lo que más he oído es que las víboras atacan a los inmigrantes.


Somos veteranos, peleamos por nuestro país

Llegaron aquí protestando contra el KKK, llamándonos racistas y nosotros somos gente que ha peleado por nuestro país. Somos VFW. Esto es propiedad privada. Ellos invadieron con sus altavoces, protestando directamente contra nosotros, irrumpiendo en nuestro club que es de los veteranos de las guerras que hemos peleado por nuestro país.

-¿Qué pasó durante la protesta?

-Un señor habló con ellos… Creo que estaba un poco enojado. Ellos estaban invadiendo y los sheriffs los dejaron entrar a propiedad privada, a interrumpir nuestra actividad privada. El [el señor] dijo algunas cosas y los protestantes le gritaron y luego se fueron. Yo creo que si la policía estuviese haciendo su trabajo les habrían dicho que esto es propiedad privada, esto es una organización. Todos aquí somos miembros de Veterans of Foreign Wars. No nos gusta que nos llamen racistas. Ellos tienen carteles con las siglas del KKK que, realmente…

-A mí, personalmente, no me importa quién sea que venga a mi propiedad; no me importa el color; mi propiedad es mi propiedad y no quiero ni que venga la patrulla fronteriza a mi propiedad, ni ilegales ni ningún otro que quiera invadir mi propiedad.

-¿Planean permanecer aquí por mucho tiempo? [La reportera de Univisión se refiere a los minute men.]

-No sé si usted está confundida o qué. Nosotros somos VFW y nos reunimos aquí. Esta es nuestra propiedad.

-¿Pero ellos pueden reunirse aquí, quiere decir que están autorizados a reunirse aquí?

-Nadie está autorizado a reunirse aquí, o a estacionarse aquí, no que yo sepa, a menos que sean miembros del VFW. No se que VFW patrocine a esta organización. Tal vez, pero no. Esta es una organización privada.

-¿Es usted el presidente?

-No, soy solamente uno de sus miembros.

-¿Su nombre?

-John Murphy. Si quiere entrevistar a un Minute, ahí va uno, dice al tiempo que señala a un hombre de unos sesenta y tantos, robusto, asoleado. Anda desenfadado y va de su vehículo al club de VFW. Parece en casa. Nos acercamos.


Jim Haas sin pelos en la lengua

La ley indocumentada de los patriotas como Haas.


-¿Estuvo en Arizona, díganos la diferencia entre lo que sucede aquí y lo que sucedió allá?


[Haas habla en español, porque así se lo piden las cámaras de Univisión. Respetamos el modo como se expresa.]

-Hoy hay muchas más personas en California Sur. Hay más narcos, también. Hay más inmigrantes ilegales criminales y muchos otros países, Brasil y Suramérica. Todo mundo le gusto viver en los Estados Unidos y no hay bastante room, you know. Razón yo estoy aquí en el minute men es porque la frontera se abre. Es necesario la frontera cerrarla. O no es un país. No frontera no país. Todo el mundo es no justicia, muchos criminales, los narcos.

El presidente [risas] es un hermano con el presidente de los Estados Unidos, los dos presidentes son los hermanos malos -is what a lot of people call them-. Bush and Fox mal presidentes. Es porque yo estoy aquí; es porque Bush le gusta la frontera abre.

-¿Trae armas?

-Yo, personalmente, no cargo nada más que una pistola eléctrica, an electric stonegun.

-A verla

-Pistola eléctrica [dice al tiempo que se registra los bolsillos a nuestra vista.] Anoche aquí traía.

-¿Usted sí puede portar armas? ¿Tiene permiso?

-Otros minute man que hay soldado y policía pero no trabajan más pero quieren conceal pistolas en la ropa pero es legal.

-¿Nos muestra como trae su vehículo?

-Ropa cochina [risas]…

-¿Quién era su maestro de español?

-Soy carpintero y trabajo en San Diego [Abre una cajonera en donde guarda herramienta, equipo de trabajo…] Comida, ¿como se dice vitamins en español? Agua por los ilegales que tienen sed, por los inmigrante. Esto… [Ahora toma una maleta…] Mira… no pistola… baterías. Para los radios y pistola eléctrica… Wallmart. [Abre su portafolio lleno de baterías.] Mira…

-Un parabala

-En esta área no entra de rifle… apunta a la zona protegida de su chaleco… pero aquí o aquí, sí, [Señala los lados indicando que hay puntos vulnerables.] En la cabeza… Pero it is better than nothing… (Es mejor que nada.) Mira, para las víboras… Binoculares, orejas en la noche, aparatos infrarrojos. You can hear the illegals hitting cactus and they cuss… (Puedes escuchar cuando los ilegales chocan con los cactus y maldicen.) You can hear it for a long ways. You can hear right where they are at. (Puedes oír a enormes distancias. Puedes oír exactamente donde están.) [Continúa repasando lo que lleva en su auto…] Goggles, la carne, ropa negra. Una ollita eléctrica. Junk. Una hielera…

-¿Y la pistola eléctrica…?

-A ver si la encuentro aquí. No. Los carteles…


Leemos los cartelitos pequeños, trazados con plantilla, sobre material sintético, duro. “Peligro frontera cerrado minute men están aquí”; “Bush we’re here to close the Fox Bush Border now.”

-Too many things, muchas cosas… This is a first aid kit.

-¿Dónde están durmiendo?

-More signs.

-¿Me puede mostrar cómo la usa…?

-Esto es para survey en la noche, infrared. Los hombres malos aquí… muestra la descarga… four hundred thousand volts (cuatrocientos mil volteos).

-¡Lo paraliza! Me oigo decir al tiempo en que vuelve a descargar.

-Will put you to the ground. Oh yeah! (Te tira, oh sí.)

-¿No lo mata?

-No, however, you're going to need a change of clothes (No, pero vas a necesitar un cambio de ropa.)


[Risa socarrona…] You are not looking for any more trouble. When you come through you are going to be looking for a change of clothes. (No vas a dar más problemas. Cuando te recuperas de esta vas a buscar un cambio de ropa.) Perdón pero no sé decir esto en español.

(Infiere, de nuevo, la humillación a su víctima con risas, al tiempo en que apunta la pistola eléctrica hacia el piso y dispara de nuevo, a solicitud del camarógrafo de Univisión.)

Ah, casi dejaba un cabo suelto.

-Señora Ibarra y señora Clamsey, fueron sus maestras de español… “Señora Ibarra llegó el primer día y nos dijo “today is the only day we are going to speak English…” (Hoy es el único día que voy a hablar en Inglés.) “Oh yeah, right”, we thought… (Ya parece, pensamos.) The next day she arrived and said (Al día siguiente llegó y dijo): “Buenos días estudiantes, abran sus libros en la página…” “What she said?” We knew we were in trouble. (¿Qué dijo? Supimos que estábamos en problemas.)


El tren de fondo. La frontera de James Reeves

-¿En donde están sus compañeros…? [Acaba de aparecer el segundo Minute de la tarde.]

-Están distacados en sus puestos de observación. Yo debo dormir ahora para vigilar de noche.

- [A tono de jefe de operaciones…] If you go up the road… Fifty yards… back to the side… follow that for two miles and you run into minute men.

-¿Cuántas personas asistieron a apoyarlos…?

- No tengo información lo siento. El jefe no es aquí. Yo muy poco tiempo aquí.
Yo vivo en ciudad Hemet (De la región de San Jacinto y Ramona). Aquí en la parte que fue a vigilar, en la frontera, es de día, no ví mucho. La gente no pasa de día.

-¿A qué hora piensa regresar?

-It depends on my schedule (depende de mi horario, dice señalando el club de VFW)

-¿Va a reunirse con alguien, aquí?

-Jim Gilchrist y senator Murrow… [casi de inmediato rectifica.] No sé. Estoy llegando. Jim vive en Oceanside.

-¿Estuvo en Arizona? ¿En qué son diferentes Arizona y California?

-No puedo contestar eso en español. [Mi traducción]
Es muy pronto para decir. Este es un punto principal del tráfico de drogas. Esta frontera es más peligrosa que la de Arizona, o al menos eso nos dicen las autoridades. Muchos ilegales pasan por aquí. Un buen porcentaje de ellos son conocidos criminales. No me refiero a que lo sean porque cruzan. Lo son porque ya han sido deportados y vuelven. Son también traficantes de drogas, trafican con humanos, esclavos. Aquí hay muchas historias de coyotes. La gente llega aquí por miedo, tal vez por abuso o subyugación. Pero cuando esto ocurre los coyotes sienten que pueden hacer lo mismo con los recién llegados. Aquí no hay ley que proteja a nadie en estas condiciones. Yo creo firmemente que esto es los Estados Unidos de América y que tenemos una constitución, que tenemos leyes, somos un país de leyes. Las condiciones de la gente que viene aquí y las cosas que pasan por culpa de los coyotes, no por nosotros, no son correctas. Ellos deberían tener total protección de la ley, pero no pueden porque son ilegales, así que las cosas que pasan aquí nunca son reportadas. Sólo Dios sabe lo que ocurre. Yo sé que en Arizona, nosotros vivimos en las montañas, oímos tiros, oímos gritos de mujeres, tenemos evidencia de que hay drogas que pasan por la noche. No somos nosotros. Nosotros sólo observamos. Aún si son muchos, solo podemos observar y reportar a la patrulla fronteriza.

Oímos mucho hablar de racismo. Eso no tiene sentido. En lo que a nosotros respecta, los minute men, si sabemos que alguien es racista se van, así [chasquea sus dedos].


[Decide continuar en español]

-Yo hablo poquito español. Yo vivo en México, Suramérica. Yo comprendo a los hispanos. Yo respecto a los hispanos.

-Who are you with by the way? Yo tengo experiencia con México, con Guatemala, con otro país en Caribe.
Con mexicanos. Para mí es una cultura de gente muy agradable. Porque la cultura de mexicano es muy rica, muy rica cultura es. El sistema de familia, muy rico. Yo respecto mexicano mucho. So, para mí, I feel very bad when people call us racist. (me siento mal cuando la gente nos llama racistas.) Yo entiendo porque they have nothing else to say. Cause many of these people are here illegally. (No tienen nada más que decir y porque muchos de ellos están aquí ilegalmente.)


[Otro señor mayor, de sombrero de paja, reparte botones y copias de un diario que apoya a los minutes…]

-Here is what you tell them when they call you a racist, call em a traitor. (Aquí lo que dices cuando te llaman racista, llámalos traidores.)

-¿Me obsequia un botón?


Okay… toma el botón, pero si me llamas racista te llamo traidora, directamente a la cara. [repasa su línea, pero regresa a mí, con algo de curiosidad.]

-And you are mexicano, right?

-Sí, señor. Y usted, ¿me dice su nombre?

-Ray… Ray Burkhart. I figured you´d be here…


Jim Reeves sigue con su monólogo, elocuente, generoso, le gusta hablar…

-Compartiré esta historia con ustedes. Esto pasó en Arizona, el 4 de julio. Pasaba de los 110 grados. Mucho calor y mucho peligroso.

Estábamos en un punto de observación 35 millas al norte de la frontera, en el desierto, sobre un arroyo. A media noche vimos dos personas que cruzaron, mexicanos. Vinieron a nosotros y levantaron las manos. Nos suplicaron que les diéramos agua. Les dijimos que nosotros no íbamos a arrestarlos. Bajen las manos. Les di agua y hablé con ellos en español, porque hablo más de lo que ustedes me han oído decir aquí. Y ellos me contaron que se les acabó el agua y que habían caminado mucho tiempo. También dijeron que otros amigos de ellos estaban entre los arbustos, tirados, moribundos, sin agua. Entonces les ofrecí que llamaría a la patrulla fronteriza y ellos sólo querían que los recogieran. Eran buenos tipos. Nosotros llamamos a la patrulla y fueron a hablar con ellos. Después nos dijeron que encontraron a sus cuatro compañeros en el desierto. Aparentemente los salvaron. La patrulla fronteriza nos contó que estos señores estaban muy agradecidos. Esta es una buena historia. Esto es lo mejor que me ha pasado desde que estoy en esto. Hemos puesto lo mejor en esto de observar y reportar. Ojalá que atrapemos también a algunos traficantes de drogas.

-¿Cómo se protegen de los peligros?

-Oración. Of course against the drug smugglers. (Claro, esto no sirve con los traficantes de drogas.) Lo siento, no tengo mucho español por esto. Para los drug smugglers y coyotes, they have become dangerous in this area aggressive, to Project ourselves we do carry weapons. (Llevamos armas para protegernos de los traficantes y coyotes que se han vuelto más y más peligrosos y agresivos en esta área.)

-¿Qué tipo de armas?

-[En ingles] Por lo general armas eléctricas. Yo cargo una pistola semi automática de diez milímetros. No la llevo conmigo ahora mismo, pero cuando salgo al campo sí. No las sacamos. Las llevamos por si nos disparan. De hecho esa es la regla, dejar la pistola, salvo cuando tienes permiso de usarla en defensa propia o para salvar la vida de otro. Pero el ilegal promedio (illegal alien es el término que Jim emplea) no lleva pistola, solo quiere llevarse bien con uno. Sólo que nunca se sabe con qué se va a encontrar uno. Y el gobierno nos ha alertado contra amenazas, aunque nosotros estamos acostumbrados a recibirlas. Tenemos los medios para defendernos pero, por la voluntad de Dios, esperamos que eso no ocurra.


La charla se prolonga y hay que seguir hacia la malla… Al despedirse.

-Lo siento no tengo más español

-Está bien su español. ¿Quien fue su maestra o maestro de español?

-En la calle, aprendí. Poquito en México, poquito en Guatemala, trocho mocho.


William Figueroa y los contingentes diversos por una frontera en paz

En el campo opositor hay de todo menos silencio. Ahora se disponen a tener una junta. La chica del micrófono solicita a la prensa que no tome imagen ni audio.

Ellos, en medio de un montón de gente que va y viene, que habla y manotea, resguardada bajo las mantas, organizan a la llamada Coalición… Tienen que pasar lista a las organizaciones presentes. Aquí la confusión radica en el número de asistentes. Son muchos y aseguran que en el curso del mes vendrán más. Muchos batallaron para encontrar el sitio. No es la primera vez que enfrentan a los minute men en California. Muchos estuvieron en Baldwin Park, defendiendo el monumento a la raza y en Home Depot, cuando se formaron grupos de hostigamiento a los trabajadores que ofrecen sus servicios en esa tienda de materiales y artículos de construcción.

Su puesto de defensa civil está rodeado de un cordón de camisetas blancas, el símbolo de la paz. Cuentan con una decena de tiendas. En el puesto de la comida se mueven diligentes varios de ellos. Un muchacho se trajo puesto el pañuelo del mudjadine, seguramente usado en otras protestas. Forman un grupo diverso y colorido.

Ya anuncian juntas semanales en Chicano Park. La afrenta de los minutes trasciende todos los límites aceptables para una comunidad golpeada y segregada ya de por sí. Sobre la marcha van decidiendo estrategias. Durante la semana organizan un contingente de observadores. El primer día se avocan a decir, magnavoz en mano, que los minutes no son bienvenidos en California.

-¿Como se protegen ustedes…? Estas personas están armadas. Dicen que no, pero traen armas eléctricas y otras armas, pistolas, rifles.

-Entendemos que hay un acuerdo con el sheriff que no pueden traer armas aquí. Aquí es terreno federal…

-¿Es lo que marcan las camisetas?

-No esas son nuestras marcas de paz. Anticipamos que traen armas pero no queremos hostigamiento. Nosotros, todas nuestras acciones están dentro de la ley. Nosotros podemos confrontarlos y de alguna manera presionarlos para que se vayan de aquí. Ellos se ponen molestos y eso nos ha servido. El sheriff ya está con ellos pues todo lo que están haciendo es decir cosas que no tienen ninguna base. Pero nosotros no hemos tenido que temer por cuestión de las armas todavía.

-Hay un aviso de que viene el senador Bill Morrow (Distrito 38 que incluye el sur de Orange y el Norte del Condado de San Diego) y el líder James Gilchrist, a animar a los minute men.

-Ellos han llamado una acción para el día septiembre 16. Es una ironía que han decidido actuar ese día. Esperamos que en esos días una gente va a empezar a ver el debate, la cuestión de los inmigrantes y estos cazamigrantes. Nosotros tenemos una voz también y una causa y nuestra causa es justa.

-¿En que es distinto California de Arizona?

-En Arizona han salido con una base más grande y hasta el gobernador Schwartzenegger
los consideró héroes y los invitó a tomar las mismas posiciones aquí en la frontera y llegan, pero nosotros vamos a tomar acción. Esta vez la gente va a saber mucho más del tema. Ya no va a estar indecisa. Este es un tema que les corresponde a todos. Nosotros vimos que después que se pasó la proposición 200 en Arizona que el clima antiinmigrante subió a esos niveles muy peligrosos; que el clima xenofóbico estaba muy bienvenido por ellos, porque supieron que los políticos estaban contra los inmigrantes. Los minute men son esa cara de la acción cívica y muchos de ellos están de acuerdo con los que están aquí que trataron de pasar la proposición 187 y 221 y ellos en California, durante el 187 no esperaban esa respuesta. La reacción de la gente, la raza, se levantó de una manera que…
Las apelaciones en las cortes tuvieron que parar eso. Y nosotros nos dimos cuenta que a la gente sí les importaba subir en contra de eso. Y ahora nosotros nos damos cuenta que aunque pasó en Arizona y mucho de la gente ahí los acepta, aquí sí tenemos la experiencia de luchar contra la 187 y la gente de nuevo se puede levantar a luchar contra los ataques contra los inmigrantes.


De camino a la malla al son de sus tres megáfonos

La malla fronteriza.


-¿Qué pasa ahí…?

-Bueno, pasa que siguen pasando y aquí nosotros queremos decirles lo que pensamos.


Pasa un pick up, blanco, de doble tracción. Al hacerlo casi nos aplana los pies a los que estamos al borde de la brecha por la que circula.

Comienzan a subir los carteles. “Smash the border. Smash the minute man” (aplastar la frontera aplastar a los minute man”; “Los migrantes no son terroristas. Socialist Workers”; “Tienen miedo, jo, jo, jo…”.

El griterío toma forma. Corean en bola no pasarán, no pasarán, no pasarán, no pasarán…

-Fuck you dude! Profiere insultos desde la pick up el conductor que luce sobre el brazo el tatuaje de una serpiente.

-Get out of here, get out of here… Racist, racist, racist…


La sirena del Sheriff se enciende sobre mi oído. Avanza, sobre la muchedumbre, que apenas tiene tiempo de replegarse y darle paso. Mi grabadora guarda el sonido constante de la torreta de emergencia. Dura casi medio minuto, el suficiente para silenciar las consignas y los insultos.

En cuanto la sirena se apaga los gritos vuelven a resurgir.
Racist, go back, racist, racist…

La causa ganada de Katie es causa perdida para los minutes

Katie es una guapa anglosajona de no más de veinticinco años. Su rostro y su determinación la vuelven además muy visible. Me acerco a ella porque tiene uno de tres megáfonos en mano y no ha dejado de gritar varias series de no pasarán, racist, get out of here… animando a los presentes.

-¿Qué hacen cuando los vienen a agredir a su campamento? ¿Qué están dispuestos a hacer para detenerlos? Como ahora, que parecía que se iniciaba un pleito.

-Nosotros no queremos pelear. Solo estamos aquí para hacerles ver que no son bienvenidos. Queremos que sepan que no son bienvenidos en California. Ellos pasaron su proposición 200 que es antiimigrante porque no tuvieron suficiente resistencia y no queremos que esos sentimientos ocurran en California, otra vez. Así que estamos aquí para decirles que no son bienvenidos. Como en Alahambra, donde se fueron a protestar contra los trabajadores de Home Depot. Ahí también los llamamos lo que son, racistas. Lo que dice ahora su líder es que Los Angeles es una causa perdida. Te imaginas, la consideran una causa perdida. Y queremos que hagan lo mismo con San Diego.

-¿Quién los está apoyando?

-Pues creo que son una minoría. Esa es la razón por la que la patrulla los protege. Los protegen de nosotros. O sea que no pueden ir a ningún lado sin protección. Ellos son definitivamente personas cobardes. Necesitan a los policías para moverse de un lado para otro. Además su discurso está lleno de odio y de violencia. Si vas a sus páginas internáuticas son horribles.

-Tu nombre.

- Te diré que soy Katie, pero nada más.

Monday, July 18, 2005

A la izquierda de la izquierda de tu izquierda...

o los jugosos frutos de la lucha por el bien público y privado

Declarar el patrimonio solía ser el coco de algunos políticos. Tanto que intentaban evadir esa solicitud de mil maneras. Era mejor cualquier cosa antes que declarar lo que poseían. Obvio que el poseer no era su preocupación, más bien que las personas se enteraran que lo poseían. ¿Parece trabalenguas?
Aquella frase acuñada en tiempos de austeridad "la corrupción somos todos" se convirtió en ominoso presagio del hoy. Salvo por el detalle que debiera aclarar que todos, lo que se llama todos, no. La corrupción son los políticos, todos, o aparentemente todos los que echan mano de algún bien o fuente patrimonial.

Pero vayamos a lo que nos ocupa esta mañana. La declaración patrimonial. Una declaración patrimonial, con la que hallamos inconsistencias y, ciertamente, preguntas sin respuesta.

¿Con qué cara, con qué pretexto, con qué razón se explica cualquier individuo de un país pobre como México que un político, quién sea éste, tenga tres casas, ya no se diga cinco y hasta más?

¿Vaya la misma pregunta para tres coches? Sobre todo si se es uno y el fruto único de su descendencia posee, probablemete otros tantos?

Sin el afán de ser el aguafiestas de esta historia recordaré con mis lectores.

No me sorprenden algunos datos de la declaración de Amalia García Medina, quien fuera militante del Partido Comunista Mexicano y quien, según se nos cuenta a menudo, no pierde ocasión para hablar en público y en privado de una sociedad igualitaria. Bien, bien. Comencemos por hablar de igualdad de vivienda.

¿Tres casas para todos los mexicanos y mexicanas?

La buena noticia es que la vía de la austeridad aparece en el panorama, pues durante la campaña de la señora García la prensa consignaba cinco y no dispersas como se muestra en la declaración, sino en la propia Zacatecas, su tierra de origen y jurisdicción a su cargo político administrativo. ¿Aparecerán acaso otras propiedades, por ahí? ¿Se las vendió en el interim? ¿Se las regaló? ¿Se las donó?

Tres coches para cada mexicano promedio

¿Y para qué se quiere tres coches? ¿No se criticaba acaso lo suficiente a quienes tenían dos, en la ciudad de México, virtud del control hoy no circula? ¿Y tres, cuando se vive en Guadalupe? ¿Se usa uno para ir rumbo a Fresnillo, otro para los viajes al DF? ¿Otro para andar por la ciudad? ¿Quién paga toda esa gasolina? ¿Cuántos vales de nafta pasan por la contraloría?

Ya muchos, en las últimas de su quincena de menos de ochocientos pesitos, andan preguntándose como entrarle al PRD, tan próspera y tan eficiente agencia de colocaciones.

Una aclaración. No juzgamos. ¡Apenas preguntamos! Los milagros existen, damos fe. Y existen también los datos fríos, escuetos, esclarecedores.

Algunos harán cálculos, como yo, de mala leche. Otros, aplaudirán la honestidad con la que se reconoce que para algunos la cuchara que se lleva a la boca es tamaño cucharón y convendrán con el statu quo en espera del turno propio para incurrir en igual impartición de justicia.
La mayoría, levantarán los hombros y se preguntarán si lo leído es cierto o si tan sólo es parte del libreto de una telenovela o las fantasías guajiras de un país que va vaciándose poco a poco, porque ya no alcanza lo que queda para dar a todos trabajo, casa, coche, escuela, bienestar social.

Me gustaría tomar un curso con la señora García para que me enseñara a administrar cinco casas y tres autos con el sueldo, por más de elevado, de cincuenta mil pesos mensuales. Acaso así llegue algún día a manejar sin números en rojo mi presupuesto, más comuncete de un apartamento alquilado, un sólo coche, el de batalla, y la colegiatura de dos hijos más las anualidades, los impuestos, la luz, el teléfono (y eso que no me alcanza para celular), etceterilla, etceterón.

¡Ah! Me olvidaba, no todos vivimos con un salario y ya. Hay quienes atesoran también los múltiples salarios. O sea que el secreto de la vida próspera es la acumulación de varios salarios.

¡En tierra de trabajadores ausentes!

Y con esa izquierda tan manga ancha, por favor, no se lo digas a mi derecha.

O lo que haga tu mano izquierda, que no lo sepa tu derecha.

Amigos, estos personajes son ficticios, no se asusten. Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia. Ya nos pellizcamos varias veces y resultó que estábamos dormidos... o así creemos porque el pellizco de la despertada dolió muchísimo menos que la triste, tristísima realidad.

Mañana volveremos a Campo y la persecución de mexicanos que ingresan a Estados Unidos, desesperados, en busca de fuentes de trabajo. Tal vez la sordidez de lo de acá tenga que ver con la abundancia de los de allá. ¿O viceversa?

Sunday, July 17, 2005


Undocumented Border Patrol Agent, se lee en la camiseta de los hombres Minute. Posted by Picasa

Equipados para dormir, para ver de noche, contra las balas de un rifle, para desarmar, según prometen, a un narco. Posted by Picasa

Unidos entre sí. Aunque afirmen que no son racistas. Esta es otra forma de hacer pandillas. Posted by Picasa

Te voy ganando, precioso. Posted by Picasa

Ropa cochina, aprendió a decir Jim Haas en la universidad.  Posted by Picasa

Quién creería que aquí están pasando cosas. Posted by Picasa

Polarizados para que no se vea lo que llevan atrás. Posted by Picasa

Las cruces simbolizan la muerte en el desierto y a lo largo de toda la frontera. Posted by Picasa

Lo que queda del viejo oeste. Posted by Picasa

Pero si estamos en otros tiempos, como detenidos por este aire que no corre. Posted by Picasa

En dirección a los altoparlantes, tatuaje al hombro. Posted by Picasa

Hablo español. Me lo enseñó una profesora de la ciudad de México. Posted by Picasa

Lo mejorcito del club, presente. Posted by Picasa

Los colores del desierto, bajo el sol. Posted by Picasa

Ondeantes banderas anuncian el operativo anti inmigrante. La polarización, en boca de los Minute Men, se resume en ser o no ser patriota. Posted by Picasa

Don´t tread on me (No me pisotees). Símbolo del patriotismo que adoptaron por bandera los Minute Men. Posted by Picasa

Ups, mordió banqueta al dar la vuelta esta Patrulla Fronteriza. Después de todo la calle no es tan ancha o no andaban tan a sus anchas. Posted by Picasa

Otros llegaron en moto. Posted by Picasa

Comunidad de campamentos y casas móviles, salvo las modernas construcciones cercanas al lago y a los museos del Ferrocarril de Santa Fe y de Luman Gaskill en lo que fuera su tienda en Campo Creek. Posted by Picasa

Las risas se oian desde afuera. Los Minutes entraban y salían con gran confianza. No se sabía quienes eran unos y otros, salvo por el gesto duro de quienes argumentaron que aún quienes queríamos sólo documentar el asunto eramos invasores. Posted by Picasa